El pánico se caracteriza por la presencia intensa y repetida de un miedo muy intenso que suele acompañarse de síntomas como palpitaciones y taquicardias, sensación de ahogo o falta de aire, sudoración, temblores y sacudidas, sensación de atragantarse, opresión o malestar torácico, nauseas o molestias abdominales, inestabilidad o mareo, sensación de irrealidad, miedo a perder el control o a volverse loco, miedo a morir (generalmente de un infarto o de un derrame cerebral), parestesias (adormecimiento u hormigueo de diferentes partes del cuerpo) y escalofríos o sofocaciones. Sabemos por nuestros pacientes que vivir una crisis de pánico es una experiencia muy negativa, especialmente si es la primera. La mayoría de ellos acudieron a un servicio de urgencias porque creían estar padeciendo un problema físico grave. Sabemos también que tras la primera crisis suele aparecerles mucho miedo a experimentar nuevas crisis de pánico lo que les lleva a observar mucho su organismo y evitar la realización de deportes u otras actividades que supongan acelerar en alguna medida su organismo. Es fundamental en este trastorno, y así lo hacemos con nuestros pacientes, asegurarles que nada malo les puede suceder a consecuencia de una crisis de pánico puesto que nuestro organismo está perfectamente preparado para generar crisis de pánico sin que le suceda nada malo, por ejemplo ante un león o ante un atracador. Sin embargo sabemos que este argumento no les es suficiente para eliminar el miedo a una nueva crisis.

En un porcentaje elevado de casos con crisis de pánico desarrolla sintomatología agorafóbica, que se trata de miedo intenso a encontrarse en situaciones en las que, en el caso de presentar una crisis de angustia pude resultar difícil (o embarazoso) escapar de la situación o recibir ayuda. Las personas con agorafobia temen un conjunto característico de situaciones entre las que se incluyen estar solo fuera de casa, mezclarse con la gente o ir a lugares concurridos, pasar por un puente, viajar en tren, metro o autobús, o ir al cine, o evitar reuniones sociales por miedo a quedar en ridículo en el caso de tener una crisis de angustia. Es muy típico que los pacientes agorafóbicos oculten a los demás sus temores y adapten su vida a lo que la agorafóbia les permite hacer. En muchas ocasiones ponen excusas a los demás para evitar las situaciones que les angustian, lo que puede llegar a limitar la vida y la autonomía para salir fuera de casa hasta el extremo.