El control de los impulsos nos permite vivir en sociedad, cumplir leyes y respetarnos los unos a los otros, por lo que una alteración en el manejo de los mismos nos perjudica a nivel personal y dificulta nuestras relaciones sociales. Las personas que tienen dificultades para controlar sus impulsos se ven incapaces de resistirse a un impulso, un deseo o la tentación de llevar a cabo un acto que los puede perjudicar a ellos personalmente o a otras personas. Tienen una elevada prevalencia, algunos de ellos, como el del “juego patológico” son frecuentes entre un 0,5 y 2,5% en la población adulta.

Terapia psicológica

Antes de iniciar el tratamiento es necesaria una evaluación clínica y psiquiátrica, para determinar el síndrome y distinguirlo de posibles trastornos asociados. En este tipo de trastornos es especialmente importante, ya que muchos trastornos psiquiátricos incorporan la pérdida del control de impulsos como sintomatología propia.

El tratamiento psicológico sigue una línea cognitiva-conductual. Inicialmente se pretende que la persona autoevalúe el grado de perjuicio del acto cometido hacia él o hacia los demás, autoobserve el impulso que lo desencadena, las sensaciones físicas, los pensamientos asociados, etc. Después de un riguroso análisis se entrena a la persona en técnicas psicológicas para controlar la impulsividad y desarrollar formas más adaptadas para afrontar aquellas situaciones.